sábado, 3 de abril de 2010

¡Dejáte querer, mujer!

¿Por qué lo que de vez en cuando esa vocecita se vuelve tan frecuente en esta cabecita volátil?
Lo asumo, mucha falta me hace. Pero es difícil remediarlo.
No quiero sacar una vez más, mi lado oscuro en esta entrada. Por ese motivo, prefiero preguntar por qué algunas mujeres nos empecinamos en idealizar tanto al amor, en comprenderlo en un 100%, en enamorarnos hasta morirnos de amor y al final intentar perfeccionar como taradas a una persona tan mortal como cualquiera.

Firmemente creo que la frase más sabia que se dijo es “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Me pasó. Y no una, sino dos, tres y hasta cuatro veces. ¿Tan difícil resulta dejarnos querer por un hombre que realmente ha hecho méritos de querer estar a nuestro lado? No se trata de lástima ni compasión, se trata de llegar a idealizar el amor en una persona que sí lo merezca. Y no siempre en nuestro afán de querer a quien nos aporrea. ¿Tanto nos cuesta dar vuelta la página, cerrar el círculo y cambiar el final masoquista de nuestra historia?

La mujer dispone y se indispone, tiene más libertad de decisión instantánea. Mientras que el hombre debe arriesgar para ver qué hay del otro lado, sino puede quedarse con la duda eterna. ¿Por qué es tan difícil decir adiós a momentos y personas que pasaron por nuestra vida, cambiar el entorno y vivir sin ese adhesivo sin el cual vinimos al mundo? A fin de cuentas, nadie ni nada es indispensable. Ni una persona, ni una cosa, ni un lugar. No se puede vivir de recuerdos, del “era feliz y no lo sabía”, porque todo ocurre por alguna extraña razón, nada es por casualidad ni fuimos elegidos al azar. Lo que nos pasa no es más que una rutina costumbrista, que si no logramos despegarnos de ella, sería contraproducente para nuestra salud mental y para el amor propio.

Como diría Paulo Coelho: “No creo en las despedidas, si no estoy muerto”. Yo tampoco. Solo creo en que somos capaces de pasar la hoja y darle nuevos capítulos a nuestra propia existencia. No es pecado hacernos querer, que nos amen, que nos mimen, que nos apapachen, que nos hagan entender que no estamos solas en el mundo y que si bien ya somos independientes, nunca está de más sentirnos seres amados y capaces de amar. Una vez alguien me dijo que el amor no se puede demostrar. ¿Será? Y es que no es algo tangible, es más abstracto. Pero así como el sentido de protección y hasta de la duda, el amor se puede sentir. Y saber que siempre que se cierra una puerta, la vida nos abre al menos alguna ventana para darnos una oportunidad más de salir a buscar la felicidad. ¿No será eso lo que está haciendo ahora conmigo, pero que yo, en mi intolerable afán de perfeccionismo crónico, me niego a mirar?

Es necesario saber cuándo acaba determinada etapa de la vida, porque si nos empecinamos en permanecer en ella por más tiempo del necesario, perdemos la alegría, el sentido, y el tiempo.

Sí, el amor y la vida, guardan siempre un bello secreto bajo la manga.
¡Dejáte querer, mujer! Todas nos lo merecemos. Incluso yo.

Y mientras escribo estas líneas sigo pensando: ¿Por qué es tan difícil? Un sí o un no rotundo, puede cambiar divinamente el portuario amoroso de cada quién. Y lo sé. Pero sigo sin querer abrir los ojos. ¿Ironía o masoquismo? Sí, mi misma insistencia de siempre. No es mi lado oscuro. Así soy yo nomás.

Porque como diría un ídolo personal: "El tiempo le va dar la razón al corazón, a la música y al sentimiento. Nunca a los necios".
La canción del día, una salsa para alegrar algunos corazones y esperanzar a otros tantos.

Y ruego que no me pregunten por qué el amor anda siendo mi constante punto de inspiración últimamente, después de unas semanas con inspiración cero. Ni yo sé. Solo les aconsejo que lo disfruten. Ese es el único consejo extraterrestre que les puedo dar, porque hoy día mucho nos andamos olvidando de esa palabra: DISFRUTAR.

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